Las personas que padecen trastorno de conducta alimentaria pueden llegar a tener dificultades a la hora de pedir ayuda profesional. Esto es así ya que hay muchos miedos relacionados con el trastorno y con la propia terapia que son difíciles de abordar. Por ello, hoy nos gustaría analizar algunos de estos miedos para poder entender lo que realmente se hace en un proceso de recuperación. Entre los posibles miedos están:
–Miedo a engordar: Este miedo aparece cuando las personas empiezan el proceso de recuperación con el nutricionista porque piensan que el principal objetivo de este/a es engordar a la persona que padece el trastorno. Realmente la función del nutricionista es desmitificar los mitos que tienen las personas con la comida, hacer educación alimentaria sobre los nutrientes que la persona necesita ingerir para que goce de un buen estado de salud, realizar un plan individualizado en base a las necesidades nutricionales de la persona, entre muchas otras funciones.
-Miedo a tener que realizar cambios de hábitos drásticos: Los pacientes están acostumbrados a tener un control exhaustivo sobre lo que comen, por ello, dejar en manos de otras personas su alimentación puede provocar un incremento de la ansiedad. Este control exhaustivo tiene que ver con la mala gestión de ciertas situaciones en su vida diaria y la baja autoestima, al no poder controlar de forma adecuada estas situaciones. Por ello, el profesional debe dotar a la persona de estrategias y recursos para que la persona pueda enfrentarse a los problemas de forma adecuada. Al dotar a la persona de estrategias y recursos, aumenta la confianza de la persona y esto provoca que no tenga que recurrir a estrategias desadaptativas como son la restricción, el exceso de deporte, vómito, entre otras conductas.
A pesar de que esto sea lo más conveniente, no podemos olvidar que hay pacientes que vienen a consulta con un estado crítico de salud y necesitan un cambio drástico por lo que las recomendaciones del profesional pasarán por primar siempre la salud tanto física y mental.
-Miedo a tener que exponerse a muchos planes que tienen relación con la alimentación o el cuerpo como son quedar a comer en un restaurante o ir a la piscina: Estos son planes que toda persona con trastorno de conducta alimentaria le gustaría realizar, sin embargo, son planes generadores de mucha ansiedad y malestar. Para que se puedan exponer progresivamente a este tipo de situaciones, los profesionales dotamos a las personas de recursos para hacer frente a la ansiedad que se desencadena en este tipo de situaciones, de esa manera hay una mejor gestión de la situación y la persona se empodera.
-Miedo a tener que contar un secreto mantenido en el tiempo y la posible reacción del profesional: esos secretos pueden estar relacionados con un abuso sexual, problemas de herencia en la familia, infidelidades, entre otras. Muchas veces las personas silenciamos ciertos secretos por miedo a las consecuencias, sin embargo, el mantener el secreto hace que se mantenga el malestar, una mala regulación emocional, se crean dinámicas familiares conflictivas y se sigue actuando conforme a la lealtad que tiene la persona. Por ello, desde terapia se abordarán todos esos miedos que tengan relación con el secreto, de esta manera la persona sentirá que es un espacio seguro para contar lo que necesite.
–Miedo a perder su identidad: muchas personas que vienen a consulta llevan años con el trastorno, esto hace que la enfermedad se haya instaurado en la vida de la persona y le influya de una manera significativa. Conforme pasa el tiempo, la enfermedad puede hacer creer a la persona que tiene que cumplir unas condiciones para que sienta mejor con ella misma (la enfermedad crea la necesidad de adelgazar tres kilos para sentirse mejor con ella misma). Sin embargo, no es real que la persona se encuentre mejor, dado que el encontrarse mejor con uno/a mismo/a no es compatible con descuidar la salud mental o física de una persona. Al seguir pasando el tiempo la persona se aísla y cambia en función de lo que la enfermedad le quiere hacer creer y esto hace que la persona cree su identidad en base al trastorno. Que la persona tenga miedo a romper con esas creencias es totalmente entendible porque es el pilar que sostiene a la persona, sin embargo, la persona es mucho más que su enfermedad por lo que en terapia se abordaran todas las facetas de la persona (en todas aquellas en las que en la enfermedad la ha influenciado).
–Miedo a no saber expresarse: en muchas ocasiones las personas con un trastorno de conducta alimentaria no saben muy bien por donde empezar, no saben explicar que les ocurre, entre otras. Sin embargo, que la persona sea capaz de expresarse depende de factores tales como:
- El clima que se genere en consulta: el profesional tiene que generar cierto clima de confianza para que la persona pueda expresarse con total libertad. Si el paciente no se siente cómodo con el profesional, es imposible que pueda expresar lo que le ocurre.
- Las habilidades terapéuticas del profesional: El profesional debería tener estrategias para ayudar a la persona a poner en palabras aquello que le está ocurriendo. Se puede optar por hacer preguntas abiertas o cerradas a la persona o otras más herramientas más creativas como son la utilización de playmobil para escenificar lo que le ocurre a la persona, el uso del dibujo, entre muchas otras.
- La propia patología: muchas personas que padecen trastorno de conducta alimentaria tienen alexitimia, es decir, tienen dificultades para definir aquello que sienten. Por ello, en terapia se trabajará con la persona una parte educativa acerca de lo que son las emociones, en qué parte del cuerpo sienten esas emociones, que situación es la que está generando dicha emoción y más adelante, se trabajará la gestión emocional de esta situación.
Como bien podemos apreciar, hay muchísimos miedos que frenan a las personas con TCA a venir a las consultas por eso es importante hablar de esos miedos al principio. Poder hablar de los miedos y explicarles realmente lo que son las consultas de nutrición y psicología es crucial para que la persona confíe en el profesional y pueda sentirse cómoda/o con nosotros. Esto provoca mayor cercanía en el vínculo entre el profesional y el/la paciente y una motivación al cambio mucho mayor.